La humildad no es ser pobre materialmente, la humildad viene del corazón limpio, sin malicia y con sinceridad al prójimo. Hay personas que dicen o que se sienten grandes por tener una gran fortuna, como si se la pudieran llevar cuando partan de este mundo. Lo únicos que nos llevamos son las buenas acciones de corazón y tratar bien el prójimo como a ti mismo.
Es importante no confundir la humildad con la falta o carencia de ambición. Estos son dos valores que no tienen nada que ver. La etimología nos dice que humildad procede de “humus”, es decir, aquello que se desprende de la naturaleza y que a su vez la fertiliza y la hace crecer. La humildad sería pues “lo esencial”.
En cambio, la ambición es lo que nos mueve y motiva día a día, el deseo de superación para llegar mucho más lejos y lograr nuestros objetivos. Aunque para algunos creer que pueden lograr grandes objetivos les parece imposible, para la persona ambiciosa todo es posible con determinación, esfuerzo y dedicación. Provee la motivación y fuerza necesaria para lograr objetivos y metas en la vida.
La humildad es lo contrario al orgullo, entendido como el exceso de estimación hacia uno mismo y hacia los propios méritos por los cuales la persona se cree superior a los demás. El orgullo va unido a la vanidad, egocentrismo, soberbia, alarde, petulancia, engreimiento. La humildad, en cambio, es la virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento.
Conseguir cosas materiales o lograr éxitos y objetivos o ir promocionando profesionalmente nos da satisfacción, pero hemos de evitar que nuestro ego se alimente de ello. En su lugar, podemos acoger esos logros desde la autoestima, que se refuerza con la aceptación y el reconocimiento de uno mismo; es decir, recoger esos logros o éxitos reforzando la confianza en nosotros mismos y con humildad.
La humildad no pasa por ser sumiso, callar y obedecer, sino se trata de saber escuchar, aprender, respetar y sobretodo, reconocer lo que falta, ayudar en lo que sea posible.
¿Por qué es tan importante vivir con humildad?
La humildad es algo que no todos tenemos, pero que es muy necesitado por la humanidad. Hay personas que piensan que todo el mundo les debe algo, que todos debemos vivir a su ritmo y no se dan cuenta o no consideran que pudiera haber otra persona con mayores apuros y carencias que ellas mismas. Sólo ven por lo que ellos necesitan y quieren.
Muchas veces, son personas muy afortunadas, aunque de ello no se percaten. No saben valorar el esfuerzo que supone para los demás darles o regalarles algo, lo ven como un deber. No sienten necesidad de agradecer nada, actúan como si todo cuanto se les dé fuese el pago de una deuda que se tiene con ellos. Si algo bueno llega al hogar, lo toman para sí mismos sin pensar en los demás, sin pensar en lo mucho que otros en el hogar podrían disfrutarlo, necesitarlo o merecerlo.
La falta de humildad que a veces tenemos frente a nuestros semejantes es muy triste y demuestra un ser humano pobre de espíritu. Debemos reflexionar antes de hablar sobre aquello que poseemos porque hay muchas personas menos afortunadas que no tienen ni lo más básico para vivir. Aprendamos a vivir con lo que tenemos, y seamos buenos con quienes tienen menos que nosotros. Seamos humildes, y no nos permitamos alardear de lo que la vida nos ha dado.
Los beneficios de vivir con humildad:
Aquí algunos beneficios que brinda vivir con humildad:
-Brinda felicidad. Una persona humilde reconoce sus puntos fuertes sin alardear y aprecia todo lo bueno que tiene y se valora, luego no sentirá, entre otras cosas, la envidia de otras personas.
-Es una actitud que enriquece. La humildad produce prudencia, la cual es muy necesaria para lograr éxitos en la vida. Además, busca la excelencia y minimiza los fracasos, lo que facilita el obtener mejores resultados.
-Mejora nuestras emociones. La humildad genera bienestar y tranquilidad, el orgullo en cambio, trae enfados, malhumor y enfrentamientos, por eso con la humildad se mejoran las relaciones con los seres queridos y con los demás.
-Permite enfrentar mejor los problemas. El orgullo no tiene límites, en cambio, la humildad nos lleva a saber elegir el momento en el cual participar, en saber callar a tiempo o elegir el momento óptimo para enfrentar una decisión.
-Es el camino a la mejora continua y al crecimiento. El humilde conoce y acepta sus limitaciones, luego habrá más apertura para el aprendizaje, logrando un mayor progreso y un próspero futuro.
-Permite valorarnos y valorar a los demás. Cuando se actúa con humildad y no nos creemos seres superiores reconocemos que no somos perfectos y aceptará los errores propios y ajenos, luego aceptamos que nos podemos equivocar, ya que se elimina el miedo a sentir que uno no vale. Además, un humilde tiende a perdonar a los otros más fácilmente.