Sabias que hay muchas formas de poder llegar a los demás, de acariciar, de tocar el corazón desde la distancia? Las personas somos criaturas táctiles. Empezamos a conocer el mundo a través de las manos y del contacto físico, explorando, sintiendo, conectando con el medio y con las personas a través de la piel y nuestros dedos. Este tipo de lenguaje es poderoso y lo anhelamos con todas nuestras fuerzas cuando no podemos usarlo, cuando nos falta. Sin embargo, hay muchas otras formas de poder tocar.
Acariciar el alma es seducir con las palabras para encender emociones insospechadas. El buen artesano del amor sincero sabe que no hay mayor atracción que la de dos mentes que encajan, que se buscan y se descubren más allá de la piel y los sentidos, porque acariciar el alma es renacer en el otro sin dejar de ser uno mismo.
Nuestro bienestar físico y emocional se nutre de esos gestos cotidianos de afecto que se contienen en un abrazo, en una caricia o en el simple hecho de poder tocar. El tacto completa al sentido de la vida. Y a veces, «vemos» más tocando que mirando. Sobre todo, porque la piel es un conductor emocional y es a través de este canal como el mundo adquiere mayor sentido para nosotros.
Ahora bien… ¿qué podemos hacer cuando no podemos tocar, cuando por las razones que sean no es posible hacer uso de este sentido tan necesario para nosotros?
«El tacto tiene memoria».
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Para poder tocar no hacen falta tus manos, pero sí tus emociones
Hay muchos factores que pueden impedirnos mantener contacto físico con quienes queremos. El simple hecho de no poder tener cerca a la pareja, a nuestros niños o incluso a nuestras mascotas nos hace sentir vacíos. Todos conocemos esa sensación y la hemos sufrido alguna vez.
Es como sentirnos inválidos, como si hubiera algo en nosotros que estuviera fallando y no nos permitiera desenvolvernos con naturalidad. El tacto es entre las personas que queremos, un lenguaje cargado de afecto, de significados y, cuando no está, sentimos ese hueco, esa ausencia. No obstante, hay maneras de llegar, de alcanzar y acariciar a los demás a pesar de la distancia, a pesar de esa imposibilidad. Veamos de qué se trata.
Algo más que palabras: la comunicación emocional
Blair Kidwelle y el doctor Jon Hasford, de la Universidad de Ohio, realizaron un interesante trabajo sobre la psicología del consumidor.
Querían comprender por qué hay personas capaces de vendernos determinados productos solo con la palabra, solo a través del poder de la comunicación. Algo que pudieron ver estos investigadores es que los expertos en márketing son grandes expertos en el arte de dejar huella emocional.
Si queremos llegar a los demás de manera intensa para cautivar su corazón y acariciar su alma (por decirlo de algún modo) no basta solo con hablar. Hay que comunicar emociones y ello requiere de cierta maestría, habilidad y compromiso.
- La comunicación emocional nos permite poder tocar al otro porque usamos la empatía y la sensibilidad.
- Hay una proyección hacia el otro, un interés activo por los demás en el cual, caen los egoísmos y los narcisismos.
- Esta comunicación es hábil, fluida y recíproca. Se escucha y se responde, se comprende y se muestra interés.
La preocupación activa, un «¿cómo estás?» un «te echo de menos» actúan de bálsamo y refugio
Para poder tocar a quien apreciamos, no siempre hacen falta nuestras manos, pero sí la voluntad. La voluntad que se traduce en preocupación activa por el otro, en querer saber cómo se encuentra, qué piensa, qué necesita. Saber usar esos mensajes que nos hacen reír o que nos demuestran que somos queridos y que se interesan por nosotros es algo satisfactorio.
Las personas que saben ser hogar y refugio siempre están cerca a pesar de que estén lejos. Es más, en ocasiones, podemos compartir sofá y cama con alguien que a pesar de estar físicamente, lo sentimos a miles de kilómetros debido a la frialdad emocional. Otros, en cambio, son expertos en acariciarnos desde la distancia, en saber estar presentes a través de las palabras sinceras.
Pequeños detalles que llegan al corazón
Quien ama, quien admira o incluso quien aprecia la amistad de alguien, cuida los detalles. Porque esos pequeños gestos cotidianos con los cuales sorprender, buscan hacer feliz al otro al cuidar de la relación. Lo hacen porque consideran ese vínculo como algo preciado y lo que se ama, se cuida, lo que se aprecia, se valora de manera frecuente y de mil maneras posibles.
Hacer un favor, un pequeño regalo, sorprender… Existen efectivamente, mecanismos muy variados para hacer feliz a los demás a través de esos gestos altruistas, espontáneos, pero llenos de emoción que buscan solo, el bienestar del otro. Así es como se puede tocar también a pesar de no tener cerna a quien amamos.
Para concluir, es posible acariciar a los demás solo con el poder de la palabra. Usémosla bien, pongamos en su interior la tinta indeleble de las emociones, el cariño y la admiración y ya lo tendremos. Haremos llegar a los demás nuestro calor sin importar la distancia que nos separe.