Una simple oración para ayudarnos a aceptar y enfrentar lo bueno y lo malo que nos toca vivir. Dame serenidad Señor, para aceptar las cosas que yo no puedo cambiar, serenidad para aceptar, pero también dame valor, valentía, empuje y entusiasmo para poder cambiar las que puedo cambiar, y dame la sabiduría que hace falta para discernir entre lo que puedo y lo que no puedo.
Serenidad, para aceptarte y aceptar a los demás, con sus defectos y debilidades. Valor, coraje, para hacer todo aquello que sabemos que somos capaces, para responder desde el corazón, para mostrarnos como realmente somos, sin miedo al qué dirán o qué pensarán. Valentía para ir contra corriente, para ser en algunos momentos diferente, sin importante el qué dirán.
Sabiduría que me de la posibilidad de saber qué debo afrontar y qué debo resistir. La gracia de discernimiento y de sabiduría, sostenida en la serenidad, es la que nos permite, en la oscuridad, estar alegres y contentos.
La noche se puede pasar feliz cuando se la comparte en un espíritu en paz y de alegría, es noche y no es día pero se lo puede vivir como Dios quiere que la vivamos, en permanente consolación, sin los aprietos y los apuros en los que nos ponen las tribulaciones cuando nos hacen dar pasos más allá de los que de verdad podemos dar.
Por eso pedimos sabiduría en medio de la serenidad.
» Señor, dame serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que sí puedo y sabiduría para conocer la diferencia».
La mayoría de las veces, es todo mucho más sencillo de cómo nos lo planteamos, sólo que nos ofuscamos, nos cerramos en nuestros razonamientos sin querer escuchar a nadie más que a nuestra rabia, frustración o decepción.
Cuando no podemos cambiar algo que no nos gusta, es que no debemos cambiarlo, simplemente tenemos que aceptarlo, y en la aceptación no cabe la amarga resignación, pues hemos sido elegidos para esta tarea y ello representa una gran oportunidad que no podemos negar y mucho menos desaprovechar. ¿Quién sabe cuándo tendremos otra oportunidad? quizás ésta, sea la última vez.
Cuando nuestras acciones están dirigidas por nuestra mente estamos tomando el camino equivocado, nos dejamos llevar por nuestros instintos y olvidamos nuestra esencia divina.
El trabajo diario se refiere a nuestro trabajo interior. ¿Qué es lo que te está molestando, doliendo o preocupando? ¿ciertas actitudes, comportamientos, frustaciones, rencores, rabias o envidias, desamor, ….?
Cada uno de nosotros deberá encontrar las causas de esos bloqueos que nos impiden crecer, sólo con el esfuerzo diario llegará la recompensa de sentir que no estamos aquí por casualidad, sino que toda nuestra existencia tiene un sentido divino y que somos parte de esa divinidad.